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Juan Sasturain
“Es un problema de ignorancia suponer que el mundo empieza con vos”
Foto: Juan Sasturain, genio y figura de la novela policial. Una mirada crítica pero no escéptica de la realidad.
El autor de Perramus e innumerables novelas policiales habló en exclusiva con El Sur sobre su gestión al frente de la Biblioteca Nacional, la ola negacionista, la rebeldía de los jóvenes y el futuro de la literatura ante el avance de las nuevas tecnologías.
Publicada el en Entrevistas

El café “La Puerto Rico”, en la city porteña, es uno de los bares notables más antiguos de Buenos Aires. Fundado en 1887, en sus mesas compartieron infusiones Enrique Cadícamo, Jorge Luis Borges y José ingenieros entre tantos otros. A fines de 2020, el bar cerró sus puertas y se temió por su continuidad. Sin embargo, con varios retoques, reabrió recientemente y es allí, en una de esas mesitas redondas del fondo, donde se realiza la entrevista con Juan Sasturain, vecino de la zona y habitué del bar.

Llega puntual, empapado del apuro de los habitantes de la gran ciudad. Con sus 78 años a cuestas y su aspecto de abuelo divertido y bonachón, se adivina todavía el aire pueblerino de su Gálvez natal, de la provincia de Buenos Aires. Con la humildad de los grandes, parece seguirle los pasos a Borges, tanto en el bar como en la dirección de la emblemática Biblioteca Nacional, esa institución simbólica y mastodónica de la Argentina. Llegó a ese lugar luego de una larga trayectoria en los medios de comunicación, en la que desde los años sesenta colaboró en los medios más emblemáticos: fue jefe de redacción de las revistas Humor y Superhumor durante la dictadura, es autor de varias novelas policiales de género negro y autor de la saga Perramus junto al genial dibujante Alberto Breccia. En el regreso a la democracia dirigió la revista Fierro y más tarde el suplemento deportivo del diario Página 12. También condujo recordados programas de televisión, entre otras tantas actividades.

- ¿Cómo ha sido conducir la Biblioteca Nacional? ¿Qué balance hace de su gestión?

-He aprendido lentamente, acaso tardíamente, a disfrutarla. Cuando a vos te tiran una responsabilidad de este tipo es por un lado un reconocimiento y por otro una responsabilidad. Las dos cosas. Como reconocimiento te provoca esa sensación lógica de impostura. Decir, ¿Por qué me eligieron a mí? ¿Por qué me pusieron en ese lugar? Tenés que meterte en la cabeza del que te eligió y ver si estás a la altura de sus expectativas. En principio, lo único que creo que hice bien fue rodearme de gente muy capacitada, porque era consciente de mis limitaciones. La BN es una de las instituciones más viejas de la patria, tiene los mismos años. No solo eso, sino que, además, materialmente, es un monstruo, es como un “ministerio” en el que laburan novecientas personas. Es una entidad muy compleja, que no se maneja como un karting sino como un transatlántico. Gestionar es una manera de imbricarse, de adecuarse, de trabajar juntos, de derivar, de aprender de los que saben, entender cómo funcionan las cosas. Después tendrás tu opinión. Y no es cuestión de intereses particulares. Hay que conciliar todo. Para mí conservar las fuentes de trabajo de los empleados fue fundamental, antes que ninguna otra cosa. Fue una tarea muy minuciosa y muy cuidadosa.

- ¿Hay un diálogo simbólico con las gestiones anteriores? Pensar que pasaron Borges, Horacio González y otros.

-¿Qué te parece?  Pasa que hoy el papel de la Biblioteca como institución es diferente de hace diez años o cuarenta años atrás. El grado de complejidad y de presencia de la Biblioteca como institución actúa mucho más, está mucho más adelante en la apreciación colectiva.

- Vivimos un momento de crisis política muy profunda. ¿Cuál es su visión de los momentos que nos tocan vivir?

-Es un momento de mucha tensión, se juegan muchas cosas. Está bien que haya conciencia de que lo que se juega. Nunca nada es lo mismo. En general la tendencia a embolsar todo en la misma categoría es una tendencia que disuelve los matices y desde una posición radical de blanco y negro simplifica la realidad. La realidad siempre es compleja. De la misma forma que todo no es lo mismo, nada se cierra del todo. La historia es dinámica. Y en época de la información que es también de la desinformación, cada vez las cosas se replantean, una vez más. Cada generación se replantea todo. Hoy en día los replanteos son más rápidos. Mucho más rápidos. La información sustituye al conocimiento. Entonces, como la información es una información no confiable, las variables son infinitas. Y una fake news puede provocar una conmoción. Por eso esta coyuntura no se parece a otras. Es raro porque los modos, las maneras, no solo las personas, son diferentes.

- ¿Cómo vivió la vuelta a la democracia? Le tocó vivir esa época trabajando en lugares emblemáticos

- Si, incluso antes de la vuelta a la democracia. Yo soy del ´45, cuando volvió la democracia yo tenía más de treinta años. Durante el alfonsinismo tenia cuarenta, tenía diez cuando cayó Perón y veinte con el golpe de Onganía. El Golpe del ´76 me encontró con treinta pasados. Tuve experiencias distintas en todas esas edades, que fueron conscientes. Fueron muy conscientes, siempre.

-Había cosas que ya creíamos superadas, que no iban a volver y sin embargo ahora están de vuelta…

- Quiere decir que estábamos equivocados.

- ¿Qué hicimos mal?

- No hicimos nada mal, la historia funciona así. Algunos la describen como ciclos, otros como un proceso histórico. Si hay reglas o leyes, no son accesibles a una primera mirada. Además, los avances tecnológicos modifican absolutamente todo, esencialmente el concepto de experiencia.

- ¿Cómo son los lectores en este mundo tecnologizado? ¿Dónde hay que ir a buscarlos y cómo?

- Creo que son varios tipos de experiencias que van en paralelo. Antes, mientras yo me formé, y probablemente mientras te formaste vos también, teníamos la experiencia directa y la experiencia que nos daban los medios. En lo escrito, en los libros, estaba todo el saber. Sólo ahí. Cuando Moreno decide fundar una biblioteca (Mariano Moreno es el fundador de la Biblioteca que dirige Sasturain), dice que va a hacerlo como sustituto o como primera posibilidad de juntar el conocimiento mientras se funda un colegio o una escuela. Estamos hablando del año 1810. Acaban de hacer la Revolución de Mayo. ¿Por qué dice esto? Para Moreno, después de las últimas victorias (invasiones inglesas), todos los jóvenes están enfervorizados con las armas dispuestos a combatir, pero nadie está dispuesto a estudiar. Entonces tenemos que fundar un colegio.  Él había estudiado en Chuquisaca ya que Buenos Aires por entonces no era un centro cultural poderoso, sí era un centro comercial de mucha guita… ¿Dónde está lo que los jóvenes deben aprender?, se pregunta. En los libros. El libro como mediador del saber. El que sabe escribe y el que no sabe lo lee y aprende de aquél. Ese principio, que ha tenido una vigencia absoluta durante muchísimo tiempo, hoy se ha desdibujado totalmente.  Cuando yo era chico, mi infancia fue limitada a ciertos medios gráficos y al cine. Todo lo que había que aprender o saber estaba en los libros y en ningún otro lugar. Recién con la aparición de los medios masivos, a los que nosotros les dimos mucha pelota, fueron portadores de otros saberes. Pero no tanto el saber académico o el saber de las disciplinas, sino los saberes de la ficción, de la poesía, de la aventura. Eso estaba en los medios masivos y paulatinamente sustituyeron a los libros. Leíamos más a Oesterheld que a Salgari o a Verne. Todos los saberes se fueron corriendo de ese único soporte que eran los libros a otros soportes. Hoy en día la manera de acceder a los saberes, a los conocimientos, a las aptitudes, pasa por otros lados. Y eso abarca también a la política, a la ideología y a absolutamente todo. Así que es un universo totalmente distinto y que solamente los autores de ciencia ficción han sabido vislumbrar en toda su complejidad.

- ¿Considera que hubo un retroceso? Porque no es lo mismo Oesterheld que las cosas que vemos hoy en Tik Tok, por ejemplo, que son de una superficialidad alarmante.

- Bueno, hay que ver que comparamos. Si vos veías todas las historietas de los ´50 también te llevabas una decepción. La mayoría eran boludeces rotundas. Tendemos a simplificar el pasado como tendemos a simplificar el presente, que siempre es mucho más complejo.

Seguramente hay cosas muy buenas hoy…

-Exacto, no te quepa la menor duda. Lo que pasa que somos hijos de nuestra propia experiencia. Lo nuevo, precisamente por ser nuevo, es aquello que desconocemos.

- Más allá de la digitalización de todo el acervo de la Biblioteca Nacional, ¿Hay alguna política especial con las nuevas tecnologías?

- La digitalización es una medida saludable de preservación y de posibilidad de una consulta mucho más difundida a distancia, entre otras características positivas.

-Elimina la presencialidad ¿Se puede consultar desde cualquier parte del mundo?

- Exacto. Eso es extraordinariamente saludable. Ahora, que nos reunamos cambia absolutamente la manera de concebir todo. Hay una cosa que evidentemente no cambia, se puede prolongar más o menos, lo que no cambia en última instancia es el tiempo. Estamos emparedados en el tiempo. Podés tener miles de estímulos, pero tenés sólo unas pocas horas en el día. Tu disponibilidad temporal, tu capacidad de atención está limitada. Se puede ampliar, vamos a vivir más años, podemos desarrollar algunas aptitudes, pero mientras crece exponencialmente la oferta de cosas para percibir, el disco rígido tiene una capacidad determinada para cargar. Leer es la manera de adquirir conocimientos. No informarse, leer. Y eso requiere tiempo. Ese tiempo es insoslayable, no se puede evitar. Para entender un texto hay que estar concentrado, leyendo, en silencio, durante una determinada cantidad de tiempo. No es lo mismo que te lo lean. Los procesos de asimilación e incorporación como saberes, cosas que vos masticás, asumís y podés utilizar. Ese tiempo es un tiempo real que no se puede modificar. ¿Qué puede modificarse en el futuro? Probablemente eso también vaya a cambiar. No sabemos si en el futuro vamos a vivir 200 años, por ejemplo.

-En el edificio de la Biblioteca esta la propia historia argentina. Allí han repercutido distintos eventos, ha sido caja de resonancia simbólica muy fuerte. Allí estaba emplazada la Mansión Unzué, donde vivieron Perón y Evita, que fue demolida…

- Primero la bombardearon...

- Y crearon encima un lugar que tiene la función de registro y de resguardo de la memoria. En su obra ha abordado muchas veces el tema del olvido. Hoy asistimos a un tiempo político donde una facción pregona abiertamente el olvido, sin ningún tipo de prurito…

-Totalmente. Tiene una relación con la historia muy distinta de la que nosotros sostenemos. Me acuerdo que en los sesenta, cuando yo militaba -como todos los estudiantes-, militaba el humanismo renovador en la universidad y reivindicamos el estudio de la historia. Planteábamos de dónde venía la historia argentina y confrontábamos con diferentes posturas, algunos más de izquierda, los troskos, etcétera. Se trabajaba más con la coyuntura y la lucha de clases. Había que introducirlo dentro del contexto de cada país. Las luchas neocoloniales, el papel de los nacionalismos, los reivindicamos como tales a partir de la historia. Eso sigue vigente. Uno sigue pensando que el conocimiento de la historia es importante para prevenir o afrontar lo que viene con otros elementos.

-Y esos elementos de los que habla motivaron, por ejemplo, una obra como Perramus, para muchos una obra maestra junto al maestro Breccia. Esa obra tiene una vigencia increíble…

- Lo que pasa que Perramus es casi un acto catárquico. Es captar en el aire una sensación generacional. Estábamos viviendo una situación espantosa, donde se jugaban muchas cosas además del destino de la patria. Se jugaban los destinos personales. Toda una generación que había tomado decisiones, había ciertas conductas que involucraban toda su vida. Y eso estaba en caliente, estaba sucediendo. Los que pertenecimos a esa generación, ese grupo de argentinos, estando adentro, al borde o afuera de la militancia, a favor en contra o como fuera, nos atravesó. En ese sentido Perramus es un síntoma generacional. Es qué hacer con tu pasado. Porque la pregunta por la militancia era una pregunta por el sentido de la vida.

-Un sentido de la vida colectivo más que individual. Hay un cambio grande en estos tiempos.

- En aquel momento eso atravesaba la totalidad de la cultura universal. El hipismo es una pregunta por el sentido de la vida, todo lo que se revuelve en el Mayo Francés también. Es cambiar la sociedad, pero a partir de una insatisfacción íntima. Yo no quiero esto para mí, no quiero esta vida, el mundo está equivocado, el capitalismo es un error, la vida tiene que ser otra cosa. Esas eran las ideas que circulaban. Hoy en día son otras las olas, pero en el fondo el sentimiento de rebeldía, de buscarle un sentido, sigue siendo el mismo. Todo el mundo a los 14, a los 16 y a los 17 años se pregunta para qué carajo está.

- ¿No le parece que a la rebeldía se la apropió la derecha? Votar a Milei, para un joven, ¿no sería como pegarse un tiro en el pie?

- Bueno es ocasional. Lo jóvenes que elegíamos un fierro cuando no teníamos demasiada conciencia de las cosas y los viejos nos miraban con los ojos así… tenían razón los viejos en general. Era una elección heroica, todo lo que quieras, pero también era una elección muy poco sustentada en las posibilidades reales de cambio. Son momentos distintos.

- Los cambios son más rápidos ahora…

- Todo se aceleró. Lo que antes tardaba 15 años hoy tarda un año y medio en modificarse.

- Se ha desempeñado como periodista. ¿Cómo ve el periodismo hoy?

- Yo he sido alguien que ha trabajado en los medios, pero nunca he tenido realmente vocación periodística. Siempre me gustó escribir en los medios.  Sentí, como consumidor y como autor, que los medios masivos eran un lugar donde valía la pena laburar.

- También quiso ser futbolista, dibujante de historieta…

- Esas fueron otras de mis vocaciones. Nunca sustitutivas unas de otras. Yo vine a estudiar Letras a los 21 años, tuve la suerte de ser un pibe de clase media al que los viejos le bancaron la carrera en Buenos Aires. También vine a jugar al futbol. Hace poco se cumplieron 100 años de Independiente de Coronel Dorrego, donde jugué en el equipo que salió campeón por primera vez. Nos hicieron un homenaje muy lindo.

- Ha escrito mucho de fútbol, hasta dirigió el suplemento deportivo de Página 12.

- He sido siempre consecuente con mis pasiones.

- ¿Cómo repercutió el campeonato mundial?

- Somos excesivos en todo ¿no?

- ¿Podría aparecer un Scaloni de la política?

- Por  qué no, ojalá. En el fútbol hay mucho de azaroso. Si Renzembinck no pegaba la pelota en el palo no ganábamos el Mundial del ´78; si Pipita o Palacios no tiraban la pelota afuera, ganábamos el de 2014; y si el Dibu no atajaba esa última pelota a Francia, no ganábamos. Es decir, con el resultado puesto, se construye una mitología a favor o en contra, se construye la depresión o la euforia. Pero siempre tenemos que tener presente que en el fútbol hay una altísima dosis de azar. La imperfección está en la naturaleza misma del juego. Es muy difícil hacer un gol. En el básquet siempre ganan los superiores. En el fútbol no.

- ¿Hoy se castiga la incorrección política? Me refiero a la cultura de la cancelación, por ejemplo.

- Es repulsivo todo eso. Es un problema de ignorancia suponer que el mundo empieza con vos. Es una imbecilidad tal que una generación suponga que esto es un progreso respecto a lo anterior. En la humanidad, en términos éticos, no hay progreso. Hay avatares distintos, ciertas evoluciones en algunos aspectos, pero en otros no. Es un caso de tontería suponer que hay un progreso en ese sentido. Lo que la humanidad hace es iluminar distintas zonas que estaban ocultas y se empiezan a desarrollar. Tiene que ver con lo geográfico y las costumbres. La moral funciona así.

- ¿Qué piensa del lenguaje inclusivo?

- Eso quedará si se incorpora al uso. Lo único que existe es el uso, hablando de la lengua. La gramática y el diccionario vienen después, o vienen de atrás. Lo que perdura lo da el uso. Si no se usa morirá.

- Pero funciona como un gran detector de ideología, porque el uso de la lengua, el habla, es muy variada: no hablamos igual aquí que en La Rioja, ni en México, ni en España y nadie se indigna por eso. Pero decís algo usando la letra “e” inclusiva y saltan muchos indignados…

- A mí me pasó un ejemplo en la relatividad de esas cosas. Cuando se publicó Perramus en Francia -ni siquiera había salido en Fierro y ya se había publicado en Francia- me objetaban que el personaje del grandote Canelones al que llamaban “negro” no podía ser negro. No lo podían poner. Para ellos decirle a alguien negro era una forma de discriminación, pero para nosotros no, todos nos decimos “negro”, como al Negro Fontanarrosa, al Negro Caloi, al Negro Dolina o al Negro Sasturain. Tiene otro sentido absolutamente. ¿Son formas de discriminar? No, son formas de diferenciar, que es distinto. Los llamamos así para hacerlos únicos.

- Funciona como un nombre propio…

- Exactamente. Por eso es un problema de ignorancia, salir de la estrechez de su propia experiencia.

- ¿Cómo ve el género negro?

- Soy un veterano. Algunos de nosotros, de mi generación, empezamos a escribir novelas policiales. Piglia, Soriano, Mempo (Giardinelli), Feinmann, Dal Masetto, Saccomanno. Todos escribimos novelas policiales cuando teníamos 30 años. Entonces iluminamos esa zona de la narrativa. En el caso mío, más vinculado con la narrativa de aventuras. Siempre he escrito novelas de aventuras.

- Como que lo “negro” no es un género en particular, sino que es algo que atraviesa todos los géneros.

- Bueno, eso es cierto. Pero eso pasa en todas partes. Pasa en el cine también. El cine y la televisión son muy determinantes hoy en día. Los escritores que escriben ficción hoy están muy marcados por lo que ven, no sólo por lo que leen.

- ¿Antes era al revés?

- Más o menos. Nosotros también éramos bastantes hijos de lo que mirábamos. Y eso es cada vez más fuerte. Y bueno, lo negro, lo criminal, lo policial atraviesa todas las formas de la narrativa. También lo policial es una manera de leer. Vos podés leer la Biblia como un texto criminal. La literatura es una forma de leer también. Pasa que hay que ver si tu lectura es rica o es pobre. Podés leer la novela Crimen y Castigo como una novela policial, pero te perdés a Dostoievsky.  Hay lecturas empobrecedoras.

- ¿Está escribiendo?

- No. Tengo una novela de Echenique empezada, pero no sé si voy a poder. Estoy hecho un ladrillo. Voy a ver si salgo de todo este asunto de la gestión, por ahí con un poco de tiempo me ablando un poquito y soy capaz de terminarla.  

Carlos Ruiz
- Periodista -