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El diario de las cuatro décadas
Foto: La rotativa de El Diario del Centro del País, un orgullo para el interior del país.
El primero de abril el Diario del Centro del País cumplirá 40 años con su edición de papel en la calle, algo que no es muy común en el interior del interior y que nunca antes había ocurrido en Villa María.
Publicada el en Crónicas

Un diario. El Diario de Villa María (primero), El Diario del Sur de Córdoba (luego), El Diario del Centro del País (después y ahora); El Diario, siempre, siempre un diario, a diario, desde hace 40 años, el diario de la gente, el diario de la ciudad y la región (de más de 30 localidades de la región). Un diario, El Diario, que es parte de la Historia, un diario que hizo Historia, un diario que contiene la Historia de esa ciudad y de esa región.

¿Qué es un diario? ¿Para qué sirve un diario? ¿Qué sentido tiene un diario?

No soy analista, no soy opinólogo, no soy semiólogo, no soy estudioso ni erudito (Dios me libre y me guarde, si es que existe) de las ciencias de la comunicación, por lo tanto, toda respuesta que salga de esta boca/pluma/compu, será la respuesta de un tipo que apenas si hace un poquito más de 40 años que deambula por las redacciones y los cafés y los despachos -de toda índole- y los diversos escenarios donde sucede la vida, donde los hechos ocurren ante las miradas más o menos curiosas, agudas, incisivas, maliciosas -pero nunca desprovistas de subjetividad- de los cronistas de esa misma vida y esos mismos hechos. Así y todo, ensayaré un boceto a mano alzada de respuesta a las preguntas formuladas apenas unas líneas más arriba.

¿Qué es un diario?

Una caja de Pandora, un megáfono que multiplica y amplifica voces en papel y tinta, y un baúl donde, una vez acallado el eco de esas voces y/o reemplazado por otras voces más urgentes, van quedando guardadas, todas y cada una, amarillando, hasta que alguien necesite hurgar en él y recuperar tal o cual palabra, tal o cual acontecimiento, tal o cual fecha. Un ejemplo: hace uno meses, llegó a la Redacción de El Diario del Centro del País una joven con una historia dura y triste que buscaba sanar. La chica era la sobrina de un hombre al que no tuvo oportunidad de conocer porque cuando él y su hermana (la madre de la chica que ahora tengo ante mis ojos) eran niños, aquel tío fue asesinado. Era 1996 y El Diario, en aquel entonces, era El Diario del Sur de Córdoba (mismos trabajadores, distintos dueños). En la familia de la chica que me mira y me pide ver el archivo no volvió a hablarse nunca más del hecho. Aquella niña, hermana de la víctima, se convirtió en adulta y tuvo una hija, quien, finalmente se enteró de lo sucedido, el asesinato de 1996, y ahora está en El Diario, buscando papeles amarillentos que, encuadernados, esperan en una estantería que alguien los vuelva a leer, porque no sólo quería saber lo que había ocurrido, sino que quería conocer la cara de su tío, mediante la foto publicada oportunamente, única imagen del pibe, cuando se cubrió el caso. ¡Guau!

¿Para qué sirve un diario?

¿No es obvio? Para envolver huevos o perejil, para que los pintores puedan cubrir las superficies que no quieren que se manchen, para iniciar el fuego del asado (cuando se podía comer asado), para limpiar y secar vidrios, para hacer barriletes en las barriadas pobres, para hacer barquitos de papel y jugar con ellos en los charcos después de la lluvia, para poner debajo de la inevitable mancha de aceite que deja la moto en el garaje, para nivelar la pata corta de una mesa, y, de paso, para comunicar, para contarle a la gente lo que va ocurriendo en la ciudad, lo que le pasó al vecino, lo que dijo el intendente o el concejal, lo que denunció otro vecino de otro barrio, el premio que ganó el hijo de fulano de tal, la macana que se mandó mengano y lo que tendrá que pagar por eso. Un diario mediano, de una ciudad mediana, cuenta y da noticias de cosas que parecen módicas pero que son importantes, cosas que un medio más grande -de tirada provincial, o nacional- no se interesa en contar; porque esos medios cuentan cosas que ocurren en las grandes capitales, pero no se acuerdan casi nunca (el casi es por deferencia) de las cosas importantes que le importan a la gente de Villa María y las más de 30 localidades que la rodean. Y alguien las tiene que contar.

¿Qué sentido tiene un diario?

Alguien dijo alguna vez que el periodismo es el primer borrador de la Historia. Acaso ese sea el sentido; pero también acompañar al lector, informarlo, entretenerlo, hacerle saber que, si alguna vez necesita decir algo, opinar sobre algo, quejarse por algo, expresarse públicamente, las páginas siempre estarán abiertas para él; en fin, brindarle un servicio al lector. Me viene a la memoria una anécdota: cierto día, por una cuestión de espacio, no publicamos en El Diario el parte meteorológico, el pronóstico del tiempo. A la mañana siguiente, temprano nomás, llamó una lectora preguntado por qué no lo habíamos publicado. Alguien se lo explicó. Pero no la convenció, y la señora remató: “¿Y ahora qué hago? ¿Lavo o no lavo?”.

En la tapa del primer ejemplar de El Diario de Villa María, el por entonces propietario escribió (o firmó) un texto que sostenía que “un diario está hecho de milagros”. No creo en los milagros; creo en la electricidad, en la energía, en el swing, en que a veces la taba sale culo y otras veces no, en que el deseo y la necesidad pueden ser tan poderosos que consiguen salvar a un Titanic, tocando desde la propia orquesta del Titanic, pero con ese mentado swing. A lo mejor, eso es un milagro, pero uno de abajo para arriba y no viceversas.

El Diario Villa María (primero); El Diario del Sur (después), El Diario, siempre, siempre un diario, a diario, desde hace 40 años, el diario de la gente, el diario de la ciudad y la región. Un diario, El Diario, que es parte de la Historia, un diario que hizo Historia dos veces.

La primera vez, cuando se fundó, en 1984, y acompañó el renacer democrático y devolvió a Villa María plumas que la dictadura sangrienta había silenciado pero no asesinado, y le ofreció también a la ciudad voces nuevas, que antes de la dictadura, apenas eran adolescentes que soñaban con ver sus textos en letras de molde, para contarle a sus vecinos las novedades políticas, de un país que emergía del horror y necesitaba nuevos aires; y de paso, hizo historia, también, porque trajo a la ciudad la novedad de la prensa escrita impresa en offset, dejando en el pasado la impresión en caliente.

La segunda vez, fue el 13 de diciembre de 2001 -no hace falta que pinte el paisaje, ¿verdad?-, cuando después de no pocas batallas entre los trabajadores y la patronal, los dueños, los empresarios, que debían mucho y pagaban poco, decidieron abandonar el barco (¿el Titanic?) y dejarlo al garete para que los trabajadores (¿la orquesta del Titanic?) se arreglaran como pudieran. A aquel empresario que afirmaba (y firmaba) que “un diario está hecho de milagros”, no se le ocurrió ningún milagro: “yo no tenía la solución a los problemas que atravesaban El Diario y el país; por eso me fui y se lo dejé a los muchachos”. El milagro, como ya dije que pienso, vino de abajo para arriba. Con energía, Con esperanza, con necesidad, con deseo, con swing, siempre con swing. Y ya hace 22 años -de los 40 que cumple- que El Diario es una empresa cooperativa recuperada por los trabajadores -el primer diario de estas características, “recuperado”, en el país- (con la inestimable ayuda de los siempre fieles lectores, amigos, vecinos).

Un diario siempre es político, por acción o por omisión. Siempre, se quiera o no, de las puertas para afuera, en su línea editorial, en su diagramación, en el recorte de la realidad que va a publicar, es político; porque todo texto es político. Cuando se trata de una empresa capitalista o de una empresa estatal, la política, en términos de conducción, es más bien verticalista, un poquito dictatorial, si se me permite el término, porque la línea editorial se decide siempre en la mesa chica, en la cúpula, y el resto acata, o lo echan, o se va, a otro medio en el que debe acatar o irse y así.

El 13 de diciembre de 2001, esa lógica cambió para siempre en El Diario del Centro del País. Por eso es un diario político de la puerta para afuera y de la puerta para adentro. Horizontal, siempre sujeto a debate asambleario, a la democracia directa y a la construcción. Los tripulantes del Barquito de Papel, el diario de la gente o El Diario del Centro del País, están obligados a la construcción, a debatir y discutir y pelear y enojarse a veces, pero nunca a destruir, siempre a construir desde lo positivo, desde lo mejor para el bien común, porque el Diario del Centro del País es un bien común, es de los trabajadores y es de la sociedad que lo consume y lo contiene. Un dato: En 2007, año electoral, se recordará, El Diario del Centro del País recibió un reconocimiento del Observatorio de medios de la Universidad Nacional de Córdoba y el Círculo Sindical de Prensa por haber dado a los lectores información de todas las propuestas electorales, sin que el espacio asignado a cada una durante la campaña guardara relación con la pauta publicitaria que hubiese contratado.

El Diario del Centro del País, El Diario, siempre, siempre un diario, a diario, desde hace 40 años, el diario de la gente, el diario de la ciudad y la región, sigue saliendo a la calle en su edición de papel aún en estos tiempos en que, por la dictadura ejercida por Papel Prensa, que tiene el monopolio de la fabricación de papel en el país (y lo vende cuando quiere, en la cantidad que quiere y al precio que quiere, siguiendo no el patrón dólar oficial ni dólar MEP ni dólar blue, sino siguiendo el patrón del dólar Patrón, o sea, el dólar Magnetto, que es el patrón del Grupo Corneta). El Diario sigue en la calle, en estos tiempos en que dejó de salir en su versión papel el pasado 31 de diciembre de 2023 El Independiente de La Rioja, con más de medio siglo de historia cooperativa en la prensa escrita; y el 1 de febrero de este año pasó lo mismo con Ámbito Financiero, después de 47 años, por no mencionar que como consecuencia de esa dictadura de Papel Prensa, en los últimos seis años, dejaron de imprimirse -solo en el taller de El Diario- cuatro periódicos regionales, entre ellos El Nuevo Serrano, que durante 23 años se imprimió en la vieja rotativa Harris de Villa María. 

¿Qué es un diario? ¿Para qué sirve un diario? ¿Qué sentido tiene un diario?

A un periodista del Diario del Centro del País le llamó la atención un hecho, le sonó raro, como que algo no funcionaba bien en un negocio que parecía poder perjudicar a algunos vecinos de la ciudad y la región. Se interesó lo investigó y compartió con compañeros de la Redacción lo que tenía entre manos y llegó -llegaron- a la conclusión de que había que publicarlo. “Aunque sea para advertir a los lectores sobre una posible estafa”, dijo el periodista investigador. Así salió, en el Diario del Centro del País, la primera nota sobre la fenomenal estafa piramidal de Zoe y el inefable Leonardo Cositorto. Y después salió la segunda nota y después una tercera y una cuarta y una quinta y a esa altura de los acontecimientos comenzaron a interesarse, gracias a la bendita web -El Diario también tiene su edición web y sus redes sociales- algunos medios provinciales y nacionales y la mismísima Justicia y el tema fue rebotando y resonando y cobrando relevancia.

Por ese entonces, el mismísimo Cositorto llamó un día, amenazante, a la Redacción de El Diario, para quejarse de lo que se estaba publicado, tratar de explicar lo inexplicable y finalmente afirmar que “¿qué te creés, que a mí me importa lo que publique un diarito pedorro de Villa María?”.

Es cierto, El Diario es un diario pequeño o tal vez mediano, cooperativo, que trata cada día de reflejar la realidad de los vecinos de Villa María y la región; lo que les pasa, lo bueno y lo malo. El Diario no llega a Bouwer, donde está alojado Leonardo Cositorto, esperando ir a juicio. Pero seguramente a él no le importe lo que siga publicando ese “diarito pedorro” (sic). Sin embargo, quiero y queremos creer que a algunas personas les sirvió la advertencia.

Sergio Stocchero
- Periodista -