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#LosBenjaminos
La Orquesta Sinfónica del Pueblo
Por | Fotografía: Diego Cabrera
Foto: \"Los Benjaminos\", un paraguas musical para cobijar la desigualdad social.
Un proyecto nacido en mayo de 2013 como una Escuela de Violines, con seis niños de Villa La Tela, se convirtió con el tiempo -y contra todo pronóstico- en una Orquesta Sinfónica que hoy abarca ocho barrios vulnerables de la ciudad de Córdoba y nuclea a más de 200 chicos de todas las edades.
Publicada el en Crónicas

“Un niño que toca música jamás tocará un arma”, reza el lema de la Asociación Civil Benjaminos. Y si la poesía es un arma cargada de futuro, como decía Gabriel Celaya, aquí la música se convierte, de la mano de niños y niñas con sus instrumentos en alto, en un grito de combate que le hace frente a la desigualdad social, a la miseria cotidiana y la violencia institucional.

En el año 2003, la zona donde se asienta Villa La Tela había sufrido un tornado que dejó el lugar devastado. Por ese entonces, el dirigente social Walter “el pollo” Díaz se preguntaba qué hacer para ayudar a transformar aquella realidad tan oscura.

“En ese momento no estábamos pensando en una orquesta pero sentíamos que debíamos hacer algo. La idea de la orquesta nació a partir de una encuesta que hicimos en la Villa, en la que les preguntamos a los chicos qué les gustaría hacer en sus momentos libres. Aparecieron cosas como el fútbol e internet, que en esa época no estaba tan globalizado y a ellos les inquietaba conocer qué era eso de las redes sociales. Pero un pequeño porcentaje dijo: violines. La verdad es que me sorprendió porque si bien es cierto que debería ser algo accesible, los violines están considerados instrumentos para una élite de la sociedad”, recuerda Díaz.

Movido por la curiosidad, pidió las direcciones de estos chicos y fue hasta sus casas a preguntarles por qué habían dicho que querían aprender a tocar el violín. La respuesta fue que el colegio al que iban los había llevado a presenciar un ensayo de la Orquesta Mayor y ahí les había quedado la idea. “Entonces les pregunté si se sumarían a aprender y me dijeron que sí. Así nació en 2005 el primer proyecto, que se llamó ‘Escuela de Violines’”.

Pero la cosa no les fue nada fácil. Anduvieron por distintas organizaciones -tanto del Gobierno como no gubernamentales- y en todos lados les decían que el proyecto no iba a funcionar. “Lo único que pedíamos eran algunos instrumentos y poder pagarle a un profesor para que les enseñara a los chicos. Pero no se entendía, ni siquiera los padres lo entendían”.

Finalmente el tiempo les dio la razón y después de mucho peregrinar, el 13 de mayo de 2013 pudieron poner en pie el proyecto, primero con seis chicos, luego con catorce y así fueron creciendo no solo en cantidad de integrantes sino de instrumentos.

Pero ellos querían ir por más: de la Escuela de violines pasaron a ser una Orquesta de Cuerdas sumando un chelo, una viola y once mandolinas que habían hecho en un taller de lutería. Les enseñaron a los chicos a tocar con partituras y trabajaron fuerte en el ensamble.

“En diciembre de ese año estábamos tocando el primer concierto navideño en la Basílica de la Merced”, evoca Díaz.

Entusiasmados con el crecimiento, empezaron a pensar en convertirse en una Orquesta Sinfónica. “Arrancamos con dos clarinetes y dos flautas traversa y en marzo de ese año nos llegó un premio de la embajada de Suiza, que en su momento era mucha plata, con lo que pudimos comprar más instrumentos”. Con ese dinero, más un trabajo que Díaz realizó para la Provincia, compraron lo que les faltaba: timbales, un piano y el contrabajo.

“Hay un película que se llama ‘Los orígenes de las utopías’, que puede verse en Youtube y que da cuenta del paso de la orquesta de cuerdas a la orquesta Sinfónica”, dice Díaz.

Una escuela de sueños.

Asentadas en distintos barrios de la ciudad -Villa La Tela, Las Pichanas, Bajo Pueyrredón, Barranca Yaco, Belgranito, El Chapa, Sacchi y 2 de Abril (ex villa Angelelli)-, estas escuelitas de música les han permitido entrar al vecindario y brindar oportunidades a muchos niños y jóvenes de escasos recursos.  “En total son 220 chicos y ocho escuelas que abarcan a unas cincuenta villas. Mi idea siempre fue brindar, bajo un paraguas musical, oportunidades para los chicos. Yo veía que en la villa no se hacía el secundario y empezamos a exigirlo porque para los chicos de la villa el secundario es como la Universidad. Por eso pusimos como requisito estar escolarizados para formar parte de la orquesta y hoy tenemos chicos estudiando distintas carreras como arquitectura, profesorado de música y criminología”. 

Además, el trayecto en la Orquesta les abre a los chicos la posibilidad de continuar su formación en las instituciones dedicadas a la enseñanza musical. “Hay chicos que pasaron por acá y hoy están estudiando en el Conservatorio Provincial de Música”, dice Díaz, orgulloso y convencido de que la música es la excusa perfecta para tratar las distintas problemáticas que van apareciendo. Así, trabajan en la prevención (de drogas, de embarazos, de suicidios) a través de distintos proyectos. “Ninguno de los chicos que ha pasado por esta orquesta consume drogas. Entonces “Benjaminos” termina siendo un excelente proyecto de prevenciones. El año pasado hicimos cuatro encuentros de formación en prevención de suicidios porque había muchos suicidios en Barrio Pueyrredón y en Villa La Tela. Armamos “La escuela de sueños” porque un chico que sueña no se suicida. Vinieron más de doscientos chicos de todas las escuelitas. También trabajamos la construcción de ciudadanía, el respeto, los valores y sobre todo el compartir con otros”, detalla. 

Desde la Asociación dan pelea a la violencia, que agravó con la crisis económica. “Hoy hay mucha violencia. Cuando llegué a Villa La Tela había peleas por la cuadra, pero a medida que los chicos se fueron agregando a la Orquesta se empezaron a borrar esos problemas que había entre familias porque los chicos acá aprenden a no pelear. La idea es empoderar a los chicos para que sean el germen de algo que va a cambiar el barrio, parece una cuestión casi artesanal pero la cuadra de Agustina y Paloma (NdeR: se refiere a dos ex-alumnas, ahora capacitadoras) ya no son lo mismo porque están ellas”.

Si bien “Benjaminos” fue un hecho disruptivo en Córdoba ya que no existían en ese entonces orquestas sociales con sus características -brindar un espacio físico para aprender, con profesores e instrumentos al servicio de los chicos-, con el tiempo logró convertirse en un espacio muy querido por la gente, que se acerca incluso a donar instrumentos. “Los chicos llegan acá sin ningún conocimiento porque estudiar música es muy caro y siempre va a ser más urgente la comida que el esparcimiento del niño. Acá los educamos, los acompañamos, les damos un instrumento y les ponemos un profe. Les buscamos un lugar donde pertenecer”, insiste Díaz.

Con 15 profesores en todas las escuelas, son los mismos chicos los que se convierten en capacitadores a través del proyecto “Capacitador de capacitadores”. “Entran a las escuelas a partir de los ocho años con la posibilidad de quedarse hasta que quieran porque después pueden seguir en el rol de profesores. Cuando cumplen cuatro años acá ya están en condiciones de empezar a enseñar; así nos vamos nutriendo. Y la calidad y excelencia en el sonido se las da el director de la orquesta. Este año se agrega Hernán Trotta, que tiene mucho trabajo con orquestas sociales y eso nos va a permitir seguir sumando excelencia”, se explaya Díaz.

Tolerancia cero.

La crisis económica y social a la que asiste el país ha obligado a la Fundación a reforzar la contención. “Acá hay mucha camaradería pero la violencia social se ha incrementado. A los chicos los hemos educado en un sistema que tiene raíces muy fuertes. Desde que arrancamos ha habido tolerancia cero al bullying y a la burla; acá no hay bolitas, negros o chilenos. Somos todos iguales. Trabajamos mucho la honestidad,  el respeto a las mujeres y los espacios. Yo no tengo firmado ningún convenio con ningún chico ni sus familias y nunca robaron ningún instrumento. Ellos se llevan el instrumento para ensayar en sus casas y cuando dejan la orquesta saben que tienen que dejarlo para que otro chico tenga la oportunidad. Trabajamos dando confianza, que son los viejos códigos de valores que tenían nuestros padres, nuestros abuelos”, cuenta Díaz.

Con ensayos dos veces a la semana (si hay alguna función suman ensayos extraordinarios), los chicos saben que deben cumplir todas sus tareas para poder pertenecer a la Orquesta. “Si no cumplen no pueden estar, son artistas y tienen que cumplir como tales. Andar bien en la escuela, venir a los ensayos, participar y colaborar”, dice Díaz.

En efecto, una de las tareas “extracurriculares” que tienen los chicos es compartir dos horas mensuales con abuelitos en los geriátricos: “El proyecto se llama ‘Dulce Nonino’ y el objetivo es que los chicos aprendan a trabajar la empatía con los mayores. Es decir que nosotros vamos trabajando en las necesidades que tienen ellos y las necesidades que tiene la sociedad. No es una cuestión individualista, acá hay espíritu de cuerpo. “Benjaminos” es el brazo del Estado, donde el Estado no llega”. 

Con una casi nula asistencia por parte de los Estados, el proyecto de padrinazgo es lo que hace posible que nazcan nuevas escuelas. “Nace un padrino, nace una escuelita. El padrino tiene que garantizar diez meses de paga. A veces nos han tocado empresas con las que al principio andábamos muy bien pero después quisieron interferir en el alma de “Benjaminos” y eso no se negocia”, advierte Díaz.

En diciembre pasado, en el marco de sus diez años de vida, los más de doscientos chicos y chicas que componen la Orquesta Los Benjaminos se subieron al escenario del mayor coliseo de la ciudad demostrando que los sueños, cuando son colectivos, se hacen realidad.

Guillermina Delupi
- Periodista -